6 jun 2006

PAUL AUSTER



Admiro a Paul Auster desde hace años. Su inteligencia, su visión mágica y azarosa de la existencia, su capacidad para diseccionar el mundo en el que vive, en el que vivimos, lo han convertido en un escritor imprescindible para mí y para otros muchos.
En su obra, Auster siempre muestra la incapacidad del ser humano para tomar las riendas ante un destino que se impone, fruto de la casualidad, del azar o de las elecciones previas que se hayan ido tomando y que, sin saberlo, conducen a un futuro incierto, pero propio.
Sus personajes son siempre seres henchidos de vitalismo, que viven su vida plenamente, aunque esto no siempre implique la felicidad. Pero se nos muestran como seres inteligentes, sensibles y, sobre todo, tolerantes para con los demás, porque han aprendido en el devenir de su existencia, a ser tolerantes consigo mismos.
La vida en las obras de Paul Auster es siempre algo maravilloso que nos sorprende y no deja de regalarnos momentos inesperados, azarosos, inexplicables, fruto de casualidades imposibles. Esas casualidades que tanto llaman la atención de este escritor y que convierten la lectura de sus novelas en un incontenible afán devorador.
Todos estos motivos y muchos otros me llevan a alegrarme por la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, especialmente en el mismo año en que otro genio creador de historias increíblemente hermosas como Pedro Almodóvar, ha sido también premiado en la categoría de las Artes. Enhorabuena a ambos desde mi más profunda admiración.



En este pequeño espacio de homenaje a Paul Auster, me gustaría añadir un pequeño vídeo inspirado en su novela El palacio de la luna y, como no, uno de los mejores temas de otro neoyorquino genial, Lou Reed.




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